Damos gracias al Señor por su infinito Amor.
Su Gracia y su Misericordia nos han traído hasta aquí.
Y reconocemos que si no fuera por el Señor hoy no estaríamos aquí. En ningún sentido.
En las semanas de preparación del Encuentro del último sábado…
…Recordando a Héctor y todo lo que el hizo Gloria la esposa de Héctor me animaba y me decía que había que seguir…
Y el pastor Luis Losardo, el sábado pasado expreso que la noche de honra a Héctor y Gloria era un “hito“ para esta congregación.
Un “hito“ o “mojón“ es según el diccionario:
1. Poste de piedra o cualquier señal clavada en el suelo que sirve para marcar el límite de un territorio o de una propiedad, o para indicar las distancias o la dirección en un camino.
Osea, un “hito“ nos marca hasta donde hemos llegado pero de alguna manera también nos marca cuanto nos falta…
Es decir, “hasta aquí nos ha ayudado el Señor“ pero todavía hay mucho más para recorrer, el camino no ha llegado a su fin.
Hay mucho del Señor para conocer, para profundizar, para experimentar.
Hay mucha cosecha que cosechar.
Hay mucha obra por hacer.
Por esto también el Señor nos anima diciendo… “no se cansen de hacer el bien
Gálatas 6.9-10
9 Y no se cansen de plantar buenas semillas, ¡porque se acerca la temporada de segar la maravillosa cosecha que han plantado!
10 Aprovecha cada oportunidad para ser una bendición para los demás, ¡especialmente a nuestros hermanos y hermanas de la familia de la fe!
Y amados, todos estamos llamados a ser de bendición a los demás.
Todos estamos llamados a sembrar la buen semilla y luego a participar de la cosecha.
Hay muchas personas heridas, lastimadas, desterradas, aprisionadas, oprimidas, angustiadas, desesperadas, en depresión, sin ganas de vivir, equivocadas en su forma de vivir…
Muchas personas que necesitan de tu palabra, de lo que Dios te dió para que seas de bendición a esas personas.
Levantemos la mirada. Animate a mirar y a observar…
Si, vos tenés mucho para dar a los demás.
Todo lo que has recibido de Dios, es para que también lo des.
Y cuando lo des, eso que Dios te dió, se multiplicará y abundará para bendición de muchos y de tu vida también.
Meditando en esto, volví a leer la Parábola del “Buen Samaritano“.
Lucas 10.30-37 /NVI
30 Jesús respondió:
—Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de unos ladrones. Le quitaron la ropa, lo golpearon y se fueron, dejándolo medio muerto.
31 Resulta que viajaba por el mismo camino un sacerdote quien, al verlo, se desvió y siguió de largo.
32 Así también llegó a aquel lugar un levita y, al verlo, se desvió y siguió de largo.
33 Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba el hombre y, viéndolo, se compadeció de él.
34 Se acercó, le curó las heridas con vino y aceite, y se las vendó. Luego lo montó sobre su propia cabalgadura, lo llevó a un alojamiento y lo cuidó.
35 Al día siguiente, sacó dos monedas de plata y se las dio al dueño del alojamiento. “Cuídemelo —le dijo—, y lo que gaste usted de más, se lo pagaré cuando yo vuelva”.
36 ¿Cuál de estos tres piensas que demostró ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?
37 —El que se compadeció de él —contestó el experto en la ley.
—Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.
Esta parábola es muy conocida.
Pero veamos una vez más que es lo que Dios nos quiere enseñar.
La parábola es la respuesta del Señor a la pregunta “¿Quién es mi prójimo?“.
No responde a la pregunta sobre “que debo hacer para ser salvo“, sino que lo que quiere enseñar es cual debe ser nuestra actitud o nuestro proceder frente a los demás.
En la parábola tenemos a varios personajes:
— El hombre que iba de Jerusalem a Jericó.
— Los ladrones.
— El sacerdote.
— El levita.
— El samaritano.
El hombre que recorría el camino… simboliza en primer lugar a la humanidad. Y dentro de ella a cada uno de nosotros.
Satanás, simbolizado por los ladrones, nos había quitado la ropa, nos había golpeado y nos dejó moribundos…
Estando tirado en medio del camino, osea de la vida, pasó un sacerdote, que simboliza la religión tanto judía como cualquier otra religión.
Y aquí entendemos por religión a todo un conjunto de leyes y normas que nos dicen como es que debemos llegar a Dios.
Y este hombre religioso, por no querer contaminarse se alejó, al creerlo muerto y pasó de largo.
También pasó un levita. Este era un hombre que servía en el servicio de culto a Dios. Estaba cercano a lo religioso. Tal vez se creía bueno o mejor que los otros por estar en este servicio.
Pero el hecho es que también lo vió y pasó de largo.
Aquí debemos recordar que la parábola apunta a reconocer cual es nuestro prójimo.
Para un un israelí en el tiempo de Jesús, el prójimo era otro israelí.
Por lo cual el “amarás a tu prójimo como a tí mismo” sólo aplicaba para otro israelí.
Y los sacerdotes y los levitas, que estaban en el servicio del Templo de Jerusalem y en todo lo referido al culto a Dios, eran los prototipos de aquellos que cumplian la Ley de Dios y que por lo tanto eran los ejemplos a seguir en cuanto a la ayuda al prójimo.
Lo obvio en la parábola era que el sacerdote y el levita ayudarían al moribundo… pero no pasó así.
Por otro lado el samaritano en los tiempos de Jesús era el “despreciado“ al mismo nivel que un “perro callejero“.
Para los judíos, los samaritanos eran inferiores por ser una mezcla racial.
Recordemos que el desprecio era tal, que ni querían pasar por su tierra.
Es por esto que Jesús le rompe todos los esquemas al contar esta parábola con un samaritano como protagonista.
¿Y quien es el Samaritano?
Jesús es el Buen Samaritano.
Jesús se identifica con el despreciado.
El Señor se identifica con el que es considerado un paria social o alguien de una raza inferior.
El también se identifica con el extranjero y el que es visto con menosprecio.
Esta parábola era un escándalo para los que la escucharon de los labios del Señor.
Y que hizo el samaritano…
— Lo vió y se compadeció.
— Se acercó, lo curó, lo desinfectó y lo vendó.
— Lo cargó y lo cuidó.
— Dejó pago su recuperación.
— Prometió que volvería y pagaría si quedaba alguna deuda.
No podemos obviar que esto es precisamente lo que el Señor hizo con cada uno de nosotros.
—Nos vió y se compadeció.
— Aún cuando no le conociamos y le despreciabamos, el se compadeció y se acercó.
— El tomó la iniciativa por buscarnos y salvarnos.
— Sin importarle lo que pensábamos de Él, se hizo cercano.
— Nos curó, nos desinfectó y nos vendó.
— Quitó de nuestro cuerpo lo que producía la infección… es decir el pecado… y nos curó las heridas que este producía.
— Nos vendó para que dejáramos de sangrar por esas heridas.
— Nos cargó. Se hizo cargo de nosotros. De nuestras cargas. De nuestra vida.
— Llevó sobre sí todas nuestras cargas.
— Nos vistió.
— Nos cuida.
— Pagó nuestro cuidado.
— Y volverá y recompensará a los que hicieron su voluntad.
¡¡¡CUANTO AMOR!!!!
Gracias Jesús!
Gracias por todo lo que hiciste por mí. Por cada uno de nosotros.
Pero queridos, esto no puede ni debe quedar aquí.
Lo que Jesús, el buen samaritano, hizo por nosotros es sólo el inicio de lo que debemos hacer.
Como decía, hay muchos necesitados, muchos heridos, lastimados, moribundos…
Jesús fue claro…
—Anda entonces y haz tú lo mismo —concluyó Jesús.
Si el Señor nos trajo hasta aquí es porque quiere que sigamos su ejemplo.
El quiere que seamos un lugar de sanidad.
Dios quiere que seamos un espacio, donde los lastimados y heridos sean curados y sanados.
Donde encuentren sanidad y restauración.
Un lugar donde naturalmente recibamos al que está buscando a Dios.
Rompamos el molde.
Seamos mejores.
Busquemos con insistencia hacer la voluntad del Señor.
Abramos nuestro corazón para que seamos llenos de compasión, de amor, de misericordia, de gracia.
No tengamos temor a ensuciarnos.
No tengamos temor a contaminarnos.
No tengamos temor a nada… ni a la muerte.
Seamos los buenos samaritanos…