Hay una expresión que se utiliza más de una vez en el A. T. que me ha llamado la atención…
Y una vez más el Espíritu Santo me la recordó junto con otro versículo del N.T.
La expresión a que me refiero está en el libro de Esdras.
Para entender un poco más el texto bíblico, debemos entender el momento histórico.
El pueblo de Israel, luego de muchos años de vivir en contra de la voluntad de Dios, es llevado cautivo.
Primero el imperio Asirio conquista las tribus del norte y luego el imperio babilónico conquista el reino de Judá, es decir las 2 tribus que habían quedado.
Es allí cuando Nabucodonosor, destruye Jerusalem, quemándo todo y llevando a Babilonia cautivos a los mejores hombres y mujeres. Entre ellos por ejemplo estaban Daniel y sus amigos… que está relatado en el libro de Daniel.
En Israel sólo quedan los más ancianos. Pero todo queda en ruinas
A parte de las personas, los babilonios se llevan también todo el Oro incluyendo por supuesto todos los utensillos del Templo de Jerusalem. Templo que es quemado hasta sus cimientos.
Luego de 70 años de cautividad, Dios cumple su promesa y toca el corazón del rey Ciro, quien emite un decreto por el cual, el pueblo de Israel es libre para volver a Israel a vivir.
Muchos deciden quedarse en Babilonia.
Pero otros comienzan la vuelta a su tierra.
Después de varios años, Nehemías, vuelve a Jerusalem, porque se entera que los muros de la ciudad estaban “derribados y las puertas quemadas” … es decir nadie después de varios años se había puesto a reconstruírlos…
En el libro de Nehemías está este relato de la reconstrucción de las murrallas en tiempo record… 52 días.
Contemporáneo a Nehemías aparece el sacerdote Esdras.
Por un lado tenemos a Nehemías, un laico, es decir un hombre sin ningún cargo o perteneciente a ninguna familia o tribu especial, quién movido por Dios, le cree y lidera una obra impresionante.
Luego tenemos a Esdras, un sacerdote, descendiente de Aarón, el primer sumo sacerdote, quién recibe de parte de Dios la carga de la reconstrucción del culto a Dios.
Y el texto bíblico dice así:
Esdras 3 /NBLA
1 Cuando llegó el mes séptimo, y ya estando los israelitas en las ciudades, el pueblo se reunió como un solo hombre en Jerusalén.
2 Entonces Jesúa, hijo de Josadac, con sus hermanos los sacerdotes, y Zorobabel, hijo de Salatiel, con sus hermanos, se levantaron y edificaron el altar del Dios de Israel, para ofrecer holocaustos sobre él, como está escrito en la ley de Moisés, hombre de Dios.
3 Asentaron el altar sobre su base, porque estaban aterrorizados a causa de los pueblos de aquellas tierras; y sobre él ofrecieron holocaustos al Señor, los holocaustos de la mañana y de la tarde.
En ese momento en Jerusalem y alrededores había más de 50.000 personas.
A veces somos 2 o 3 y nos cuesta o es casi imposible ponernos de acuerdo…
Pero aquí, las Sagradas Escrituras nos dice que estas 50.000 personas, se reunieron en Jerusalem como un sólo ser.
Así los vio Dios. Como un sólo ser humano.
Todos, de corazón, dejando de lado sus diferencias, se encolumnaron detrás de un sólo objetivo.
¿Habrá alguna diferencia o algún punto de conflicto entre 50.000 personas?
La respuesta es: “…Obvio… como que no…”
Pero dice Dios, que todos ellos dejaron de lado toda diferencia y se unieron de corazón y así se presentaron delante de Dios.
Echaron por tierra sus pequeñeces… porque todo, absolutamente todo, por más importante que parezca, es pequeño delante de Dios…
Y entonces, estas 50.000 personas lo hicieron, para buscar a Dios.
Para reconstruir el Culto a Dios.
Entendieron de corazón, que frente a todos los peligros que los acechaban…la solución era restaurar el Culto a Dios… porque dice: “Asentaron el altar sobre su base, porque estaban aterrorizados a causa de los pueblos de aquellas tierras;…”
Pero no sólo era restaurar el Culto a Dios…
Era hacerlo… “cómo un sólo hombre”.
Si hay algo de mueve el corazón de Dios, es cuando nos presentamos “cómo un sólo hombre”…
Y por otro lado, vemos que la única manera de que la obra del Señor avance en nuestras vidas, en nuestras familias, en todos nosotros, es si dejamos de lado nuestras pequeñeces y nos encolumnamos detras del Señor “cómo un sólo hombre”.
Amados, este siempre fue el propósito eterno de Dios.
Que todos lleguemos a ser como el Señor Jesús.
Es por esto y para esto que Jesús murió.
Como recordaba el domingo pasado…
“Su amor nos mostró el camino…”
Que camino… un camino de humildad, de buscar el bien del otro por sobre el mío.
Un camino de abnegación (negarse a uno mismo).
Un camino de servicio.
Un camino de sacrificio.
Un camino de Amor…
¿Por qué? Por Amor a Dios y mi prójimo.
Y al leer el Nuevo Testamente, vemos que todo esto Dios ya lo hizo…
Lo hizo espiritualmente.
El Padre por medio de la obra de su hijo Jesucristo, ya lo hizo.
Lo único que tenemos que hacer nosotros es creer y vivir en la Plenitud del Señor para ponerlo por obra…
Miremos lo que dice Efesios…
Efesios 2:12-16 /NBLA
12 recuerden que en ese tiempo ustedes estaban separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel, extraños a los pactos de la promesa, sin tener esperanza y sin Dios en el mundo.
13 Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes, que en otro tiempo estaban lejos, han sido acercados por la sangre de Cristo.
14 Porque Él mismo es nuestra paz, y de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación, 15 poniendo fin a la enemistad en Su carne, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en Él mismo de los dos un nuevo hombre, estableciendo así la paz, 16 y para reconciliar con Dios a los dos en un cuerpo por medio de la cruz, habiendo dado muerte en ella a la enemistad.
Para mí es maravilloso ver que la misma palabra que se utiliza en Esdras, para decir que el pueblo se presento como “UNO sólo hombre”… es decir como un sólo ser… es la misma palabra que aquí el apóstol Pablo utiliza para decir… “de ambos pueblos hizo UNO”.
Humanamente hablando podemos tener diferencias.
Pero Cristo murió y resucitó… y esto produjo que toda pared de división sea derribada.
Jesús, es nuestra paz. El nos hizo UNO.
Su muerte en la cruz, puso fin a la enemistad.
Su cuerpo, mutilado, dolido, torturado, … su cuerpo es el lugar de la reconciliación…
Su muerte dió muerte a toda enemistad.
Y si meditamos un poco en esto vemos.. que cuando centramos nuestra atención en las diferencias y le damos importancia por sobre lo que nos une, lo que estamos haciendo es resucitar esas diferencias, esa enemistad.
Y no sólo eso, sino que también estamos menospreciando totalmente la muerte de Cristo.
Por favor no lo hagamos.
Cristo murió por todos nosotros para que seamos UNO.
De UN corazón. De UN propósito. De UNA meta.
Demos Gloria a Dios, creyendo en su Palabra, en su Obra, en lo que el hizo y viviendo como Un Pueblo, su Pueblo, con Un sólo corazón, Su corazón, sus propósitos.