Un lugar de Sanidad

Esta semana volví a leer la historia de Ananías y Safira.

El relato se encuentra en Hechos 5

Hechos 5:1-4, 7-9 /NBLA

1 Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una propiedad, 2 y se quedó con parte del precio, sabiéndolo también su mujer; y trayendo la otra parte, la puso a los pies de los apóstoles.

3 Pero Pedro dijo: «Ananías, ¿por qué ha llenado Satanás tu corazón para mentir al Espíritu Santo, y quedarte con parte del precio del terreno? 4 Mientras estaba sin venderse, ¿no te pertenecía? Y después de vendida, ¿no estaba bajo tu poder? ¿Por qué concebiste este asunto en tu corazón? No has mentido a los hombres sino a Dios».

7 Como tres horas después entró su mujer, no sabiendo lo que había sucedido. 8 Y Pedro le preguntó: «Dime, ¿vendieron el terreno en tal precio?». «Sí, ese fue el precio», dijo ella. 9 Entonces Pedro le dijo: «¿Por qué se pusieron de acuerdo para poner a prueba al Espíritu del Señor?

 

 

Lo primero que podemos decir de esta historia, es que nos habla de la mentira.

Y en cuanto a esto, podemos recordar lo que dijo el Señor.

 

Él dijo que cuando mentimos, estamos haciendo lo mismo que hace un hijo de Satanás.

Porque dijo el Señor que el es padre de mentira.

Ya pensar en esto, tendría que sacudir nuestro ser y hacernos considerar con detenimiento las consecuencias de esta práctica.

El mandato del Señor a sus hijos es, no sólo “No mentirás”, sino “…hablen verdad los unos con los otros”.

Pero en este relato de Hechos 5, vemos con más detalle, lo que es la mentira entre los hijos de Dios y cómo lo ve nuestro Padre Celestial.

Pedro le dice a Ananías en el vs. 4: “No has mentido a los hombres sino a Dios”.

Según este pasaje, cuando le mentimos a un hermano, no sólo estamos cometiendo el pecado de mentir, sino que ¡estamos mintiendole a Dios!

Al leer este relato, vemos el proceso de la mentira…

En primer lugar dejamos que Satanás, el padre de la mentira, llene nuestra alma del deseo de engañar y como consecuencia, faltamos a la verdad y mentimos.

Pero no sólo engañamos a nuestro hermano en la fe, sino que lo peor… es que le estamos mintiendo al Espíritu de Dios que está en mi hermano.

Que ilusiorio es pensar que le podamos metir a Dios… pero de esta manera lo ve el Señor, cuando le mentimos a nuestro hermano.

Esto ya es gravísimo, pero aún así, vemos en esta historia algo más grave aún.

Ananías y Safira, querían aparentar ser más “espirituales” de lo que eran.

En todo caso, querían igualarse a otros…

Por supuesto que aparentar algo que no somos, es hipocresía y en el fondo es mentir.

 

Pero ¿por qué alguien quiere aparentar ser lo que no es y mentir?

Es posible que sea por orgullo, por vanidad, por querer ocupar un lugar de honor, pero también por NO CONOCER A DIOS Y SU AMOR.

Deberíamos saber con toda claridad, que DIOS NO NOS AMA MÁS PORQUE SOMOS MÁS “ESPIRITUALES” QUE LOS DEMÁS.

Romanos 2.11

Pues no hay distinción de personas delante de Dios.

 

 

Su Amor es el mismo para todos los seres humanos.

Sin importar lo que hagamos, Dios nos ama con todo su Amor.

Un Amor que es Eterno, Constante e Infinito.

Eterno, porque Dios es Amor y Él es Eterno, siempre nos amó y nos amará.

Constante, porque Dios es el mismo, el no cambia, y su Amor tampoco cambia a pesar de lo que hagamos, sea bueno o malo delante de Él.

Infinito, porque su Amor no tiene fin, así como Dios no tiene fin.

No necesitamos hacer MÁS para que el nos ame y nos acepte MÁS.

El Amor de Dios hacia nosotros no depende de lo que podamos hacer.

El nos Ama.

Brennan Manning dijo: “Dios te ama incondicionalmente, tal como eres y no como deberías ser, porque nadie es como debería ser”.

Si Ananías y Safira hubieran conocido a Dios y su Amor, seguramente no hubieran querido aparentar lo que no eran.

 

Esta historia, me hizo preguntarme: 

¿Por qué, aún en la iglesia, queremos aparentar lo que no somos? 

¿Por qué nos cuesta tanto mostrarnos tal cual somos?

Una de las causas tal vez sea por el temor a ser juzgados, condenados y rechazados.

Y de la mano con esto, es posible que también sea, porque no hay “espacios” donde las personas se sientan seguras, para abrir su corazón sin ser lastimados… y la verdad que ninguno de nosotros quiere ser lastimado…

Y entonces, si es esto lo que está pasando, es posible que esto sea aún más grave que la mentira.

En primer lugar porque hemos olvidado de donde nos sacó el Señor. Y esto es algo que no podemos permitirnos.

Y en segundo lugar…

Porque si JUZGAMOS, CONDENAMOS y RECHAZAMOS, entonces estamos ocupando el lugar de Juez frente a nuestro prójimo, y por lo tanto estamos cayendo en el mismo pecado de Satanás, quien quiso ser igual a Dios.

¿Por qué? Porque el único Juez es Dios.

Por lo cual, los que juzgamos y condenamos a los demás por sus pecados, estamos pecando peor que ellos.

Como cuerpo de Cristo, como sus discípulos, debemos tener el mismo sentir que hubo en Él.

Juan 12.46-48 /TPT

46 He venido como una luz para brillar en este mundo oscuro para que todos los que confían en mí ya no deambulen en la oscuridad.

47 Si oyes mis palabras y te niegas a seguirlas, yo no te juzgo. Porque no he venido a juzgarte, sino a salvarte.

48 Si me rechazas y te niegas a seguir mis palabras, ya tienes un juez. El mensaje de verdad que te he dado se levantará para juzgarte en el Día del Juicio.

 

 

La iglesia NO ES UN JUZGADO.

Por el contrario, la Iglesia del Dios de Amor, la Iglesia de Jesucristo, debe ser un lugar de seguridad para el que vive en la inseguridad de sus pensamientos, para el que vive en temor, para el desvalido, para el perseguido, para el desamparado, para el que necesita de Dios.

Los que hemos sido llamados por el Señor a seguirlo, debemos ser “El lugar en el mundo” donde todos se sientan seguros y amados.

El lugar de sanidad para todas la dolencias, absolutamente todas.

Las dolencias del Alma y las del Cuerpo.

No es posible que los que necesitan ser escuchados tengan que ir a otro lugar… porque dentro de la iglesia no han encontrado la seguridad y el amor para hablar con libertad, expresarse, ser amados, y ser sanados.

Porque este es uno de los propósitos de la iglesia: La restauración, la sanidad de las vidas.

Y cuando hablo de iglesia, creo que ya está claro, pero por las dudas lo vuelvo a decir. 

La iglesia no es un lugar, no es una edificación. La iglesia somos vos y yo. Todos lo que seguimos a Cristo como nuestro Señor, somos la iglesia.

Por lo tanto, vos y yo tenemos un propósito en esta vida: ser colaboradores del Señor para la restauración y la sanidad de cada vida que se acerca a Dios.

Debemos cambiar.

Jesús nos dijo muy claramente como debemos tratar a los demás:

Lucas 6.31 /TPT

La forma en que quieres que los demás te traten es cómo debes tratar a todos los demás.

 

 

Como decía antes, ninguno de nosotros quiere ser lastimado. Ninguno quiere ser rechazado. Ninguno quiere ser juzgado, ni condenado.

Entonces debemos hacer con los demás de la misma manera …

Y el Espíritu de Dios por medio del apóstol Pablo dijo:

Gálatas 6.1-3 /NTV

1 Amados hermanos, si otro está dominado por algún pecado, ustedes, que son espirituales, deberían ayudarlo a volver al camino recto con ternura y humildad. Y tengan mucho cuidado de no caer ustedes en la misma tentación.

2 Ayúdense a llevar los unos las cargas de los otros, y obedezcan de esa manera la ley de Cristo.

3 Si te crees demasiado importante para ayudar a alguien, solo te engañas a ti mismo. No eres tan importante.

 

 

Creo que todos entramos en el casillero “dominado por algún pecado”

Y la verdad que no sé como te trataron… y si lo han hecho de mala manera, sin tener en cuenta lo que Dios dice, te digo en el nombre del Señor, que debés perdonar a los que te lastimaron, para liberar y liberarte.

Pero en particular, Dios me ha tratado con ternura y humildad, a través de hermanos que estuvieron a mi lado para acompañarme, para aconsejarme, para sostenerme, para exhortarme también cuando fue necesario, para decirme la verdad en amor…

Y esta es la manera que Dios quiere.

Con TERNURA y HUMILDAD.

Otra versión dice: “…restáurenlo en un espíritu de mansedumbre.”

Está hablando con el mismo espíritu del Señor. 

Sin creernos que somos los mejores, sino por el contrario, recordando nuestra debilidad y la obra de Cristo en nosotros.

TERNURA, HUMILDAD, MANSEDUMBRE…

Me recuerda a Cristo, y me recuerda a los frutos del su Espíritu…

AMOR, GOZO, PAZ, PACIENCIA, BENIGNIDAD, BONDAD, FE, MANSEDUMBRE Y TEMPLANZA.

Llegamos entonces a la conclusión, de que la iglesia, vos y yo, necesitamos a Dios, necesitamos a su Espíritu Santo, necesitamos vivir en el Poder y en la Llenura de su Espíritu Santo.

De otra manera en lugar de ser un Hospital, seremos un Juzgado, convirtiendonos en otro lugar, lejos de la voluntad de Dios.

Y yo quiero hacer la Voluntad de Dios.

Efesios 5.18 /TPT

No te emborraches con vino, que es rebelión. En cambio, está continuamente lleno del Espíritu Santo.